Libre Albedrio

Con el tiempo y una vez que sabes mirar hacia adelante y ver las cosas con una cierta objetividad, cuando has vivido circunstancias de todo tipo, difíciles, fáciles o regulares, cuando lo que te rodea te es familiar y tienes confianza en caminar solo, sin necesidad de ir de la mano de nadie ..., cuando todo eso se nos hace presente en determinado momento de nuestra vida, en ese momento estamos capacitados o maduros para utilizar con sentido nuestro libre albedrío, ser libres de decidir que camino tomar en nuestro día a día. Elegir.

Una vez que experimentamos por primera vez en nuestras vidas la agradable sensación de poder elegir y de intentar sentirnos seguros de por donde ir, es justo aquí en donde por primera vez también pensamos en lo bonito que sería compartir nuestra libertad con otro ser.
Ser cómplices de lo que también le ocurre a otra persona.
Al sentir el vacío y la responsabilidad de la elección en soledad, individualmente, en función de nuestros solitarios pensamientos, se nos aparece la ansiedad que produce la soledad, nacemos solos y morimos solos. Aún a pesar de ello algo nos induce a intentar compartir nuestras elecciones con otra persona más. Se desarrolla y estalla el intenso deseo de dejar atrás la soledad y elegir al unisono, con alguien más.

Una vez logrado y satisfecho ese deseo, al compartir vida y elecciones con alguien más, surge, sin saber bien como, el deseo contrario. Y llegados a este punto comienzan los preparativos para iniciar de nuevo ese mismo deseo del principio, nos reseteamos. Olvidamos todo lo pensado y sentido y queremos empezar de nuevo.
Otra persona, otro deseo, otro camino que nos haga abandonar la rara soledad que nos inunda. Es un círculo. Es un camino a ninguna parte y al final somos conscientes de que la soledad que nos acompaña no es posible dejarla atrás a pesar de tener el don de elegir.